La educación para el desarrollo debe basarse en valores

Este lunes 23 de enero se inauguró el ciclo escolar 2023 del sistema educativo nacional público, primario y secundario.

La inauguración se hizo de manera virtual, supuestamente para unir las más de 10.000 escuelas existentes, según los archivos del Ministerio de Educación (Mined). No hubo participación de las altas autoridades del régimen (Presidente y Vicepresidente de la República). Ni siquiera del Ministro de Minas, el acto estuvo presidido por el Consejero Presidencial para Asuntos Educativos.

El acto se aprovechó para homenajear a las personalidades de Daniel Ortega y Rosario Murillo, a quienes el asesor presidencial y otros intervinientes colmaron de elogios políticos y personales.

Algunos medios independientes que cubrieron el evento centraron su atención en el problema del alto costo de los uniformes y útiles escolares, agravado por la creciente inflación. La gran mayoría de los padres y madres, que son personas pobres y de escasos recursos, seguramente enfrentan muchas dificultades para cubrir estos gastos esenciales.

Sin embargo, el Consejero Presidencial de Educación insistió en su discurso en que el gobierno ha trabajado “todos estos años para acabar con la pobreza que nos han impuesto y ha heredado diferentes patrones de concentración inhumana de la riqueza que negaba el derecho a la educación”. El funcionario omitió que el primer régimen sandinista, en la década de 1980, arruinó la economía nacional y sumió a la población en una pobreza atroz. Y que la concentración de la riqueza en el actual segundo régimen sandinista es a todas luces escandalosa.

Quisiera que fuera cierto que el régimen actual concibe y gestiona la educación como un instrumento en la lucha contra la pobreza y la promoción del desarrollo nacional. No hace falta ser especialista para saber que el progreso de un país se mide principalmente por su sistema educativo, por la inversión pública en educación. Pero según el Banco Mundial, Nicaragua invierte solo el 4,5% de su PIB en educación pública, mientras que Costa Rica invierte el 6,7% y Belice el 7,5%.

Además, para ser efectiva, la inversión debe estar dirigida ante todo a la educación misma, incluyendo buenos salarios para los docentes, no a mantener una enorme burocracia parasitaria que llena la nómina, no no porque cumpla una función rentable sino por su política de servicio. y lealtad al régimen establecido.

También hay que decir que la educación debe promover el libre pensamiento crítico en todos los estudiantes, y no someterlos al poder político. Que sean buenos ciudadanos y no ovejas de desfile, como exigió el gran poeta nicaragüense Salomón de la Selva.

La clave para sacar a un país del atraso y la pobreza es la educación. Pero no una educación cualquiera, sino una educación de calidad que, además de enseñar conocimientos formales, promueva también la educación moral y cívica, y forme alumnos conscientes, ciudadanos libres y críticos, respetuosos con los demás, inclusivos y dotados de sólidas ideas democráticas y solidarias. .

Esto comenzó a suceder en la década de los 90 del siglo pasado, durante el breve período de los gobiernos democráticos, pero lamentablemente se frustró en el camino.